Modo avión

Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea de desconectar (casi) por completo. El mes que tomé de vacaciones, me sirvió para entender algunas cosas sobre la situación en la que me encuentro. Antes de irme de viaje, alcancé un estado de empuje bastante alto, en todas las áreas de mi vida. Tras la pausa, la llegada del otoño y la Navidad asomando, a pesar de que queden dos meses (en los supermercados ya hay turrón y en la calle están colocando el alumbrado navideño), siento que he perdido parte de esa fuerza.

En los días que corren, estar presente en las redes es necesario, pero esa presencia puede generar una dependencia difícil de controlar. Reconozco que pierdo más tiempo del necesario consumiendo contenido que poco o nada tiene que ver con lo que realmente importa: mis lectores (potenciales y reales, y el contacto con ellos), mi trabajo (escribir libros y publicarlos) y mi marca (contenido e imagen y el aprendizaje continuo para seguir creciendo). El resto, como nos pasa a todos, es entretenimiento banal.

Hace ya tiempo que no tengo instaladas las aplicaciones en el teléfono y que sólo accedo desde el navegador, pero eso no es una barrera para seguir deambulando por los rincones de la red en busca de distracciones. El problema no es ese. El conflicto que se me plantea es que, en ocasiones, mis pensamientos están más concentrados en lo virtual que en lo físico (hay quien morirá sin reconocer esto). Y me molesta. Tengo una vida bastante plena, aunque siento que he dejado algunas cosas de lado.

Recuerdo estar cocinando un día de verano y tener de fondo el podcast de Javier Aznar, Hotel Jorge Juan, en el que hablaba el cantante de Carolina Durante sobre Instagram, las fotos que tomaba y de qué manera lo hacía, para proyectarlo después en la red social. Me di cuenta de que no era el único que pensaba así, pese a que no le dé demasiado uso activo a mi perfil.

En lo que respecta a la publicación independiente (autopublicación o como se le quiera llamar), me atrevo a decir que existen ciertos caminos para vivir de ella (yo he saboreado varios), pero todos requieren esfuerzo. Digamos que soy la clase de persona que llega tarde a la fiesta, pero nunca me ha importado. Esto es crucial. En este juego, la única opinión que vale es la de tus lectores y su satisfacción. Cuando no eres el primero, has de ser diferente si quieres generar una buena impresión y, sinceramente, no es muy difícil. Simplemente no hagas siempre lo mismo que hacen los demás. Por eso, el constante bombardeo lo considero una absoluta pérdida de tiempo.

Por tanto, es hora de encarar la recta final del año antes de que coloquen el árbol de Navidad en Sol y terminar los proyectos pendientes. En noviembre quiero publicar una novela de Caballero y eso requiere concentración. Necesito volver a ese estado, por lo que estaré menos participativo en según que redes, aunque siempre localizable a golpe de correo electrónico. Porque el vis a vis, la epístola digital, la correspondencia intangible, sigue siendo para mí la base de todo.