Nadar

woman in black swimming goggles in water during daytime

Un verano atípico, lento, pero también fugaz. Un verano madrileño, de cambios, de cierre de capítulos y de desatender ciertas disciplinas para ocuparme de otros asuntos. La vida, en ocasiones, es así y no hay que darle más vueltas, ni sentir frustración por aquello que no somos capaces de hacer. Toca seguir nadando, con rumbo firme, manteniéndonos a flote, aunque parezca que no haya ninguna boya cercana a la que agarrarse. Por todo esto y otras razones, hace un par de semanas lancé un pack con la trilogía de Dana Laine, para que todo el mundo la pudiera disfrutar en verano, del tirón y sin pausa. Estoy contento, aunque un tanto cansado, pero esa es otra historia. El misterio de la familia Fonseca sigue aguantando en el top de los más vendidos, a pie de cañón, encarando la recta final de agosto. Un hecho que ha llevado a plantearme ciertos temas con relación al futuro y a mi escritura. El verano siempre es el mejor momento para reflexionar sobre el cambio de fase, un cierre que veía venir y que he corroborado con este libro. ¿Será que vivo en un eterno estío? Puede ser, y no me importaría hacerlo.

Estoy aquí, aunque nadie me vea. Sigo nadando, aunque el mar sea de asfalto incandescente y las olas se conviertan en bloques de ladrillo rojo.

Mientras tanto, disfrutad de este periodo.