Odia la partida, no al oponente

man holding a bottle

Durante años me he preguntado muchas cosas sin encontrar una respuesta. Hace tiempo que dejé de hacerlo, tan pronto como entendí que lo que nos pasa en la vida es un cúmulo de acciones y azar. Las cosas que nos suceden, en su mayoría, son una pura coincidencia. En ocasiones se pueden prever, pero no existe un resultado seguro. Cuando era unos años más joven y comenzaba a escribir con frecuencia, me preguntaba cuándo llegaría mi momento. Todos soñamos con uno, con ese instante en el que nuestra vida gira para siempre y pasamos a otro estadio. Nos pasamos la vida hablando de trenes que pasan por última vez, sin cuestionarnos si nos lleva a donde deseamos. Pues bien, aunque en casa me enseñaron a ser puntual con los demás, soy de los que siempre he llegado tarde a según qué momentos de la vida. He dejado pasar trenes, tranvías y vuelos que he tomado con retraso.
A veces, me he subido en los que no debía y he tenido que regresar al inicio, volviendo a empezar de nuevo.
Hubo una época, cada vez que llegaba a una nueva ciudad, en la que me perdía constantemente en el transporte público, subía en la línea que no era o viajaba en dirección contraria. Lo pasé realmente mal al principio, sobre todo cuando viajaba con alguna chica con la que salía, que se ponía de los nervios al ver que pasaba de nuevo. Pero terminé acostumbrándome a que ocurriera, poniendo más atención en cada trayecto, apurando los viajes para pulir mis errores. Al fin y al cabo era mi experiencia, mi ritmo, mi proceso para asimilar ciertas cosas. De aquello aprendí a no tener miedo, a dejarme llevar, a no molestarme por lo absurdo y, por supuesto, a viajar sin compañía.
Llegar tarde nunca ha sido un problema para no llegar porque, en realidad, he tenido la tranquilidad de hacer lo correcto en cada momento.
Y no me arrepiento nada.
De eso se trata este juego.
Después de darle tantas vueltas, me di cuenta de que mi momento era este, el de ahora, el de cada día, cada paso, cada respiración, cada palabra que dejo por escrito. Y el mío es como el de todos. No hay más que leer las noticias para darnos cuenta de que este momento es un regalo, y no porque lo diga un Hare Krishna tocando la pandereta, sino porque te estás marchitando tan rápido como una flor, si es que nadie te pisa con su zapato. Aquí se viene a jugar hasta que nos den el mate final. Puedes odiar la partida, pero nunca a tu oponente.
Por eso, he dejado de hacerme preguntas innecesarias.
El momento este.
Juega duro, disfruta la partida y alarga el mate todo lo que puedas.