Otoño en clave de jazz y manchego

people walking on street near buildings during daytime

Estos últimos meses han sido un poco aburridos, desde que cerraron las barras de los bares y éstas se llevaron los trozos de vida de quienes las solíamos ocupar.

Paseando por el barrio, ayer sentí que el otoño daba paso al invierno. Lluvia, humedad, noches largas y hojas secas en suelo, sobre el capó del coche, por todas partes. Desde que cambié de barrio, apenas frecuento las tabernas del centro de la ciudad. Los bares de ayer, hoy tienen otro nombre y otra dirección. Los camareros cambian y, con ellos, sus historias. Con el frío, llegan los antojos de los pucheros y el momento de sacar la Barbour. Anoto en mi lista de pendientes aprovechar un día soleado para tomar el aperitivo y meterme un buen cocido en el cuerpo en algún rincón del Madrid de los Austrias.

Mañana se celebra la gala de los Premios Amazon y prefiero no pensar en ello. Hace casi un año que apenas leo lo que se publica. Me cuesta seguir el ritmo. Me dije a mí mismo que tenía que poner la atención en otra cosa, por lo que en esta nominación he estado ocupado en la próxima entrega de Caballero. Ya queda menos para que vea la luz. Diciembre suele ser un mes fugaz y quiero dejarlo todo listo antes de que el tiempo se me eche encima. Algunas cosas duelen y esta historia se ha llevado una parte de mí.

Disfruto de la lluvia mirando por el balcón, en buena compañía o a solas; escuchando discos de Bill Evans o Chet Baker y cortando pedazos de queso manchego mientras leo y me mojo los labios con un tinto.
Una vez en la final del concurso, cualquiera de los cinco finalistas merecemos ganar. Hace unos días compartí unas horas con mis compañeros por videoconferencia y fue muy grato pasar un rato con otras personas con intereses similares. Así que, si gano, me alegraré, y si no lo hago, me alegraré por la persona agraciada.
Guardo una botella de whisky escocés sin abrir en el armario. La compré por si nos encerraban de nuevo en casa. Tengo un puñado de libros por leer en el Kindle, un puñado de proyectos que acabar y la tranquilidad de que ciertas preocupaciones son cosa del pasado.

Sé que todo esto es pasajero, que volveremos al ruido y a las barras. No sé cuándo ocurrirá, pero será cuando las gafas dejen de empañarse por la maldita mascarilla. Mientras tanto, toca seguir remando sin permitir que nos arrastre la marea.