Pasado

 

Cruzando el corazón de la ciudad, me fijo en aquellos más jóvenes que yo, en sus vestimentas y me doy cuenta de que las modas cambian pero no la actitud.

De alguna manera, la música siempre está ligada a ésta.

El acceso a cualquier tipo de información, de género, de contenido, a un solo clic, ha provocado una transformación que antes no existía. Las esperas, el esfuerzo por conseguir aquel disco que anhelabas, te obligaba a ser más férreo con tu bandera y sus credenciales.

Hoy todo esto se ha convertido en una bandera cargada de influencias que proceden de diversos lugares que lejos me quedan ya.

Salgo del centro y me adentro en las aceras de uno de los barrios más acomodados de la ciudad.

Veo a un chico con la que parece ser su madre -a cierta edad, uno ya no da nada por sentado-. Ambos salen de la sede del partido conservador más popular del país. Noto que tanto su vestimenta como la mía resultan de lo más similar: camisa, vaqueros y zapatos. Sin embargo, aprecio cierta diferencia más que obvia: nuestras vidas se han desarrollado en entornos muy distintos.

Durante años he visto a personas en un constante cambio de transformación, pretendiendo ser eso que todos aprueban, buscando encarnar el modelo de éxito que las cadenas de televisión y las revistas de moda ponían sobre la mesa, en lugar de explotar su potencial interior para entender quienes eran.

Por suerte, nunca he tenido que pasar por esto, pues siempre he tenido muy claro cuál era mi posición. La culpa fue del rock y de todas sus variantes, de las bandas que desafiaban el statu quo quitándole hierro a la carrera de ratas, la ventana que me dio alas para entender que existía otra forma de vida posible -y más interesante-.

Porque da igual cómo te disfraces y lo que intentes aparentar, el pasado siempre te persigue, lo quieras o no, y en algún momento tendrás que hacerle frente, preguntarle por qué lo hace y hablar con él.

Y cuando eso ocurra, asegúrate de tener un buen disco a mano.