Piensa

Imagina un mundo sin Google, un mundo en el que la información se guardaba en los libros, en las personas, y no en todas. Una existencia en la que debíamos dar respuesta a las incógnitas del día a día, incluso cuando no sabíamos cómo resolverlas. Tirábamos de fe, de actitud, de miedo, de agallas.

La red se ha convertido en un océano de opiniones -como ésta- en las que priman los oasis que venden la respuesta a nuestros problemas.

Libertad no es opinar lo primero que se nos pasa por la cabeza, sino ser capaces de reflexionar y plantearnos cuánto de verdad tiene lo que leemos, aunque nunca dejemos de ser marionetas regidas por la influencia de otras ideas.

Nos guiamos por titulares, encabezados de páginas, comentarios de desconocidos en discusiones ajenas que no buscan una solución, sino imponer su punto de vista frente al ajeno. Alimentamos el odio, el estrés, la envidia, las ganas de desaparecer y todo aquello que no nos aporta nutrientes para seguir creciendo.

No tengas ganas de odiar, ni de aplastar al contrincante. Recuerda que la única lucha es contra tu propio yo, y es un ejercicio diario.

La mayoría de personas no escucha.

Durante mi vida, he sido -y sigo siendo, aunque trabaje duro para modificar esta conducta- una de ellas. La mayoría de interlocutores espera a que termines con su respuesta ya formulada para tumbar tus argumentos.

La conversación se convierte en un juego de tenis de mesa, luchando por golpear más fuerte hasta derribar al adversario y llevarse, si es que hay algo de provecho, una palmada en la espalda.

Y, sin embargo, seguimos en la búsqueda constante de preguntas. Cuestiones estúpidas que tecleamos hasta dar con un foro de internet en el que creemos que saben más que nosotros. O tal vez no.

Actúa como si tu padre estuviera muerto, leí una vez. Sólo así, empezaría a pensar por mí mismo, a resolver los conflictos del día a día sin descolgar el teléfono.

Actúa como si Google no existiera, aunque sea inevitable acceder a él.

Sólo así aprenderemos a separar opinión de información, separar lo útil de lo banal.

Lee, piérdete, aprende a utilizar un mapa, enfréntate a tus miedos, haz un viaje en coche sin GPS, busca la respuesta al otro lado de las montañas, escribe un diario, llora, abrázate, pregúntate a ti primero, después a los demás y, finalmente, a una máquina.

Haz lo que tengas que hacer, pero cuestiónate siempre por qué has llegado hasta el lugar que ocupas.