Poco es suficiente

Photo by Anthony Ginsbrookon Unsplash

Escuchábamos Thin Lizzy en el coche, mientras cruzábamos una de esas carreteras de montaña infinitas, cuesta abajo, de curvas abiertas y paisaje árido.

Por la ventanilla, pueblos de fachadas blancas y tejados rojizos. Esta vez, no veríamos palmeras al final del trayecto, ni el mar, pero nos daba el destino, la suerte estaba de nuestra parte. Paramos en una estación de servicio aleatoria.

Compré un par de emparedados en la gasolinera y nos quedamos a la sombra, sobre el capó del coche, mirando una llanura que llegaba al horizonte. En silencio, ella le daba pellizcos al pan de molde, sonriente y tranquila. No nos conocíamos demasiado, tal vez desde hacía unas semanas, y no sabía si funcionaría a la larga, pero no necesitaba más. Ni yo tampoco.

Fue ahí cuando me di cuenta de que la felicidad poco tenía que ver con el dinero, el estatus o el lujo. Más bien, residía en lo simple, en sentirse alineado con lo que hacemos y, los dos, en ese instante, queríamos estar allí, dándole mordiscos a un sándwich, apoyados en el capó sucio de mi escarabajo, mirando un terreno que poco tenía de hermoso, pero que significaba más que el mejor de los atardeceres.

Por supuesto, aquello no funcionó pero, siempre que nos vemos, entre risas y nostalgia, recordamos aquel momento.

Nunca, tan poco, fue tanto.

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Pablo Poveda, periodista y escritor de novelas de ficción. Creo en la cultura libre y sin ataduras. Si te ha gustado este artículo, conectemos: te animo a que te suscribas y descargues gratuitamente una de mis novelas.

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