Recapitulando días

gray typewriter and MacBook

Ayer vi la película sobre la vida de Salinger (The Rebel in the Rye) y me gustó. Leí El guardián entre el centeno en mi primer año de universidad, con dieciocho años. Recuerdo que lo saqué de la biblioteca y me lo leí en un par de tardes. Fue un buen punto de partida, no tan fuerte como cuando leí En El Camino de Kerouac, con quien descubrí el jazz, la yuxtaposición en exceso, a los beatniks, la América de entonces, los viajes idílicos en carretera y toda esa simbología carpe diem que, con los años, se fue desconchando por la humedad, como la pintura de las fachadas del casco antiguo de Lisboa. Tenía curiosidad por Salinger, pero no más allá de lo que duró la cinta.
Han cambiado los tiempos, las formas de expresarse, de escribir, aunque el modo de contar historias es el mismo. Salinger era un misántropo, como Patricia Highsmith, como Charles Bukowski, como John Fante y como yo también de cuando en cuando.

Por eso, tal vez, la cuarentena no esté siendo tan dura.

Es viernes y, pese a todo, estoy contento porque le estoy ganando el pulso a la mente, regresando a mi rendimiento habitual, a mis rutinas, a mi forma de entender la vida y de hacer espacio entre los pensamientos. Por supuesto, sigo escribiendo. Este era mi mayor miedo, pero ya lo he superado.

Una frase detrás de otra.

Y así todos los días.

Como a nadie le amarga un dulce, La Isla del Silencio se encuentra en oferta a 1,5 euros en Amazon. Quien tenga Prime, la puede leer gratis (al igual que Rojo o Don).

En las últimas semanas, ha llegado más de un millar de lectores de todas partes a través del libro de Caballero. Eso me pone muy contento.

Pronto contaré más cosas. De momento, he rebajado (todavía más) el curso de escritura en línea hasta que termine la cuarentena, por si alguien quiere lanzarse y aprender a sacarle provecho a la escritura. Tengo algún que otro experimento entre manos y este año me presentaré al Premio Literario de Amazon con la historia más larga que jamás he escrito. Con cada edición, sube más el nivel. Hay muchos escritores independientes nuevos e interesantes, y cada vez más profesionales, sin distinción del género en el que se mueven a la hora de escribir. Esto me recuerda un poco a la época de las novelas pulp de los años 30, a raíz del crack del 29. Una libertad que rompe con las falsas tendencias que nos llevamos tragando desde hace décadas. Como lector, me muevo por los intereses, más que por las novedades, así que lo que es nuevo hoy, me llega dos o tres años más tarde. Como escritor, he hecho siempre lo que me ha salido de las entrañas.

No tengo la menor duda de que, dentro de no mucho, habrá una escena que escriba y experimente sin ataduras.

Y entre tanto, que no falte el vino, el queso, un libro que nos lleve a otra parte, una botella de escocés y una buena compañía (si se tiene) para amenizar la velada.