Resoluciones de un escritor y una persona

Diciembre llega a su ecuador y muy pronto, todo el mundo hablará de listas y resoluciones. Como escritor -persona que escribe-, ha sido un año bueno, un año de sorpresas. Reviso mis cuadernos de notas comprados en Tiger y esbozo una mueca al comprobar que he cumplido casi todas mis metas -tan pobres ahora, ambiciosas entonces… no sé en qué carajo pensaba-. Escribo estas resoluciones porque la memoria olvida pero internet no. A diferencia de 2015, este año me ha atravesado el plexo solar con el grosor y la largura de una lanza romana. Estas son algunas de las cosas que he encontrado entre mis notas -y que llevaban razón-.

  1. Simplifica: tu vida, tus gastos, tus relaciones. Termino el año cogiéndole fobia a todo lo innecesario, ya sean objetos o personas que no tienen valor alguno. Hay cosas más importantes que poseer un iPhone 7 o comprobar tu Instagram. Leer historias escritas por otros, aprender cosas nuevas, buscar una forma de expresión si todavía no hemos encontrado la nuestra. La sociedad está enferma, obsesionada con el dinero, el estatus y un ideal que termina en desastre. El tiempo, como lo conocemos, es finito, y es mejor escuchar un disco de música en soledad que con alguien que detestamos.
  2. Edúcate: me arrepiento de no haber tenido una educación financiera. No nos confundamos. No hablo de estudiar una carrera de números. La escuela -junto a la universidad, la gran estafa-, jamás me enseñó nada. De adulto, he tenido que aprender conceptos que me podrían haber ahorrado dinero y tiempo. Sí, hay libros que explican todo lo que necesitamos para los que tenemos problemas con las matemáticas. En fin, es lo que hay, nunca es tarde, sólo hay que querer.
  3. Usa tu tiempo para hacer dinero: caminas por la calle y ves que todo el mundo camina cabizbajo mirando en la pantalla, probablemente, algún contenido conectado a la red. Además de estar enfermos -esto iría en otro punto-, la sociedad está cambiando. Lo que sea que hagas, busca la forma de hacer negocio de ello. Vuelve al punto 2 y usa una parte de tu tiempo para hacer dinero. En nuestra sociedad, esto está mal visto, pero a fin de cuentas, tu tiempo es únicamente tuyo. Mañana puedes perder el trabajo -si lo tienes-. Tú decides en que lo gastas o en qué lo inviertes.
  4. Ahorra tiempo: está conectado con el punto primero. Gastamos mucho tiempo hablando de otros, sobre política, sobre [añade aquí tema banal]. Termina con eso. Escucha una canción, lee un libro o relaja tu mente.
  5. Ten fe en lo que hagas: cada uno tiene su religión, hasta los ateos.
  6. Medita: no hace falta que compres un Buda y lo pongas en casa. Meditar no es más que el ejercicio de acallar tu mente. No requiere creer en nada. En mis peores momentos, esto es lo que me ha ayudado a reducir el estrés y estar más atento en el presente. Prueba con una aplicación como Calm o Headspace. Hazlo todos los días, al menos diez minutos. Vuelve en un mes y deja un comentario.
  7. A la mayor parte de la gente le importa bien poco a lo que te dedicas: lo siento, es así. Si escribes -como yo-, pintas, juegas al tenis o haces ganchillo, a la mayor parte de la gente le importa una gran mierda lo que hagas y cómo lo hagas. No trates de convencerlos, les va a seguir importando lo mismo, y está bien. No pasa nada. No es personal. Por tanto, haz lo que realmente quieras, no escuches sus comentarios y céntrate en aquellos a los que SÍ les importa lo que haces. Por lo general, a esa mayor parte a la que le importa un zurullo lo que haces, comienza a interesarse por ti cuando alcanzas la fama o el éxito -es decir, cuando creen que tienes mucho dinero o reconocimiento público-, pero para entonces, a ti, su opinión, te debe importar un mojón. No lo trates como algo personal, no lo es. Vivimos en un momento lleno de estímulos y actividades a elegir. También las opiniones. A mí no me importa en absoluto la opinión de la mayoría de actores, artistas, políticos, músicos, escritores, gente de a pie, perfiles de Twitter… y mucho menos, la de una persona que opina sobre mi obra. En esta categoría pueden entrar amigos, familiares, parejas… Reflexiona sobre esto, seguramente a ti tampoco te importe lo que ellos hagan, digan o piensen, ¿verdad? Por eso, piensa en ti, y punto.
  8. La mayoría de los escritores somos un coñazo: así es, entre ellos, yo. Nos viene de serie, pero nos olvidamos que el resto de la gente no lo es, y en muchas ocasiones, no consideran la figura del escritor como algo de interés -salvo si tus libros están en las tiendas-. Y tienen razón, el escritor es un ser muy aburrido que debe limitarse a escribir, que es lo que sabe hacer -y no siempre-. Si tienes un libro, no te molestes en promocionar a porrillo porque nadie te lo va a comprar, tus amigos no lo van a leer y poca gente te tomará en serio. Lo siento, llevo cuatro años a las espaldas y en el quinto he visto la luz. Podría haberme ahorrado esto, pero es la curva de aprendizaje. Por el contrario, vas a tener que escribir algo que merezca la pena leer para algunos -y que van a olvidar pronto-, poner pasta y pagar a gente para que te diseñe una portada, te edite el libro y corrija tus errores -no, tú escribes, tú no diseñas, paga a alguien que sepa de eso-, y sobre todo, que sepa algo de comercializar un libro -no, eso no significa tuitear y meter a tus contactos con cuchara tu anuncio-. Si no tienes a nadie, compra libros, paga por el conocimiento, haz un curso, prepárate. Si vas a poner algo en internet, haz que merezca la pena. En contraste, hay mucha gente ahí fuera esperando leer tus historias, no te desanimes.
  9. Ten ambición: márcate metas altas, hazte un plan, cíñete a él. Si no sabes cómo, aprende de alguien que ya lo haya hecho. El éxito no se mide sólo en dinero -aunque cierta parte, sí, para qué engañarte-.
  10. La felicidad es momentánea: recuerdo que me marqué metas de vender 10 libros al día y lo logré, alcancé mi momento de felicidad. Después vendía 30, y volvía a estar feliz; después 50, y los 30 ya me parecían pocos, después 100… Una cosa es ser feliz y otra, estar feliz. Procura mantener las dos en equilibrio, porque si falla la primera, siempre quedará la segunda. Ser, te ayuda a no olvidar lo que haces y por qué lo haces. Estar, a que te mantengas a flote cuando no puedas ser feliz.
  11. Las cosas no siempre salen como deseas y no pasa nada: cuando las decisiones y los acontecimientos no dependen al cien por cien de ti, esto puede pasar y está bien. Laméntate por lo que no hayas hecho y quisiste y pudiste hacer. El resto es una fórmula matemática que nunca llegamos a entender. Vive con ello. Tu mundo es tuyo, pero no el de los demás. Si las cosas no salen como deseas pues sintoniza otra frecuencia, pero no te fustigues.
  12. Regala emociones, no razones: la gente necesita más de lo primero porque de lo segundo hay demasiado. No regales abrazos, por favor.
  13. No eres lo que piensas, aunque puedes llegar a convertirte en tus pensamientos: la mente no es tu amiga. La razón no siempre está en lo cierto. Usa tu instinto así como tu lógica, pero déjate llevar por tu corazón. Vuelve al punto cinco, aprende a escucharte -sólo nos enseñan a escuchar a los demás, pero no a nosotros mismos-. Si tu vida no te gusta, cámbiala, vete a otro país, aprende otro idioma, toma riesgos. Recuerda, si no lo haces, otros lo harán por ti.
  14. Lo material es mentira: este año he comprado muy pocas cosas. Menos todavía, que no necesitaba. No pienso comprar un teléfono nuevo, no, no lo necesito. Ni una casa más grande, ni un reloj más caro. Piensa en la cantidad de cosas que compras y no usas desde hace meses. Piensa en el espacio que ocupan, en cómo te hacen sentir.
  15. Lee 10 páginas al día de un libro: diez páginas no es un gran esfuerzo. Empecé tomando este reto como algo personal. Primero fue un libro al mes, después dos, y así… Escribe en una lista cada libro que completes. A lo largo de un año, haz recuento y verás la de cosas que has aprendido.
  16. Escucha la radio: ¿Cuándo fue la última vez que dejaste a un ser humano poner elegir la música por ti?