Septiembre y olé

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Septiembre, el séptimo en el calendario romano, el noveno en el gregoriano, el de las flores calluna para los polacos, el mes del fin y del retroceso para muchos como yo.

El fin de las vacaciones, esa píldora mágica que deja una resaca insaciable y nos consume lentamente mientras se funde con días más y más cortos. Todavía es verano y hablamos como ya si hubiera sucedido. Un período breve, excéntrico, de excesos y contemplación. No hay mucho que decir, septiembre ya lo dice todo. La vuelta al cole -para algunos-, la nostalgia, las series y la escasez de tiempo. En la capital, el reloj no perdona. Pero este año me he dicho que no -aunque estemos a final de éste-, que ya basta -una vez más-, que es hora de vivir un poquito -de forma diferente-, de caer en el pecado capital -donde ya te conocen-, de los pequeños placeres y de volver a creer que no importa el mañana -aunque sea un ratito-. Porque no, vida solo hay una, para sonreír -aunque duela-, y por mucho melodrama que haya, sácalo, hazle frente, con dos bemoles, tira hacia adelante, no seas audiencia para la vida -de otros- y punto y final. Olé por ti, por septiembre, aunque sea el noveno, porque siempre habrá algo que celebrar, libros nuevos que leer, bares que visitar y propósitos que olvidar -y decir más olé-.