Silencio

cars on road near body of water during sunset

Todos tenemos un relato oculto en la mirada. Nick Cave cantaba «Cuando salí de la cámara frigorífica, la ciudad había desaparecido» y me hoy siento un poco más identificado de lo habitual.

Madrid huele distinto, a una primavera extraña. Me refugio en las páginas de los libros que me apasionan, en las canciones que me hacen vibrar y en las terrazas donde el café sigue siendo bueno. La vida es demasiado corta para beber malos vinos y perder el tiempo con estupideces. El confinamiento me ha ayudado a olvidarme de algunas pequeñas cosas que volaban por encima de cabeza. También a poner en práctica otras y ver que no sucedía nada. Todo es pasajero, temporal y perecedero, como los errores que desaparecen de la memoria colectiva. Es cuestión de soltarlo y dejar que se lo lleve la marea. Sin embargo, siempre hay alguien que mira. Yo soy uno de esos tipos que guarda momentos como pequeños diamantes en un cajón.

No me quito una escena de A Pleno Sol de la cabeza, cuando Ripley y Greenleaf están en el barco. Si se hubiese rodado en la Costa Blanca, se habría llamado La Isla del Silencio.

Seguir soñando es necesario.