Tabula Rasa

Escribo como cura, como una terapia diaria para hacer frente a la dualidad que existe entre el mundo en el que vivo y en el que creo vivir.

Soy de los que cree que la tecnología nos abre puertas, nos da posibilidades y nos ayuda a conectar, en lugar de hacernos más superficiales y estúpidos. De momento, la tecnología en sí no razona. Todo depende del uso que le demos.

Sin embargo, reconozco que no es sencillo hacer tabula rasa y teclear en el navegador sin caer en los desmanes de nuestro ego.

Por eso, desde hace tiempo, creo firmemente en hacer las cosas con un propósito, en reflexionar y observar su porqué.

Creo firmemente en que menos, es más, sin olvidar que llegamos desnudos a este mundo.

Las prácticas simples (el minimalismo se ha convertido en una etiqueta tendenciosa y vacía) me ayudan a mantener mis tareas en orden.

La ausencia de objetos que no necesito.

Frecuentemente, sueño estar en una habitación vacía con una ventana que da al exterior.

Simplificarlo todo me proporciona el espacio mental que necesito, aunque sé que no es para todos.

Y, simplificar, también atañe a nuestras relaciones, a aprender a vivir en soledad, a enfrentarnos a nuestros propios pensamientos.

He conocido a demasiadas personas que temen estar solas por miedo a conocer lo que piensan.

Hace unos años, leí El Poder del Ahora de Eckhart Tolle, un libro sobre la iluminación y la consciencia del momento presente.

Recuerdo que el autor hablaba sobre las famosas brechas de pensamiento: momentos vacíos entre el flujo de cosas que corren por nuestra mente.

Era en estas brechas donde se encontraba la alegría pura, la luz, la conciencia del ser.

Para mí, estas brechas son el enfoque y la concentración absoluta en un objeto, en una tarea, en estas palabras. Momentos, acciones simples y breves capaces de recargarme las pilas.

La atención es el tipo de cambio en los tiempos que vivimos. Youtube, Instagram, Facebook, Whatsapp… Todos quieren tu atención inmediata, ahora. Ya nadie se para a mirar las vallas publicitarias porque está pendiente de su pantalla.

Hace veinte años, consumíamos una película al día.

Hoy, hay quien consume cinco.

La ventana al reino de las posibilidades no descarta que una de ellas termine en el ahogo.

Todos quieren los tres deseos del genio de la lámpara, pero no todos pedirán lo mismo.

Cualquier cambio empieza con pequeñas acciones.

Limpiar el escritorio, usar sólo una pestaña del navegador, eliminar las aplicaciones del teléfono que no son esenciales, escuchar concentrados a la persona que tenemos delante sin desviar la atención, disfrutar de un disco de principio a fin, apreciar el sabor de la comida tal y como es, sin saturarla de salsas y condimentos y, sobre todo, ser conscientes de que seguimos respirando.