Todo puede esperar

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Hoy será unos de esos días en los que las palabras no salen y los dedos se engarrotan. Cuando esto me ocurre, el mundo se me queda demasiado grande. Parece que con cada década que sumamos, las resacas duren un día más. Un día de gloria y tres de luto.
Hace unos días pasé por la puerta de una estación de metro y me di cuenta de que hace más de un año que no cojo el transporte. Primero fue el estado de alarma, después el miedo y finalmente la falta de necesidad. Un año largo en el que me ha cambiado la vida en muchos aspectos. Y, de pronto, me veo pasando las treinta y dos primaveras, como si doce meses antes no hubiera recuerdo alguno. Pero sí que lo hubo, entre cuatro paredes, y me prometí algo que no olvido.

El 2020 fue un tedio en cuanto a productividad. Así y todo, logré sacar seis títulos adelante y completar una mudanza. En menos de la mitad de este 2021 ya he tenido tiempo varias veces para mandarlo todo al carajo. Por suerte, no lo he hecho, pero ganas de hacer un alto no han faltado. Supongo que es la escritura la que me mantiene a flote y con perspectiva.

Entre tanta turbulencia, para mí ha sido importante mantenerme alejado de ciertos focos negativos. Hace unos días abrí una cuenta de Twitter nueva para promocionar el libro este verano. La ausencia de los últimos meses me sirvió para apreciar la calma mental cada mañana.
Es fácil caer en la trampa del «tengo que estar aquí y allí para que me oigan, para darme a conocer, para que no me olviden», pero lo cierto es que el mundo se mueve a una velocidad tan rápida, que lo que hagamos o digamos es irrelevante la mayor parte del tiempo. Lo que importa es la calle.
El próximo mes llegará la nueva entrega de Caballero, titulada El último adiós y en la línea de las anteriores. Eso sí, será independiente y no hará falta haber leído antes a Caballero o haber seguido el hilo conductor de sus historias.

Tengo muchas ganas de presentar esta historia que participará en el Premio Literario Amazon 2021 (sí, otra vez) con el fin de dar a conocer la serie. El verano es un buen momento para leer mucho. Vendrán otras sorpresas que aún no puedo contar, pero avisaré cuando me dejen.

Hoy es el tercer día después de mi cumpleaños. Aunque he resucitado, aún me quedan unas horas para que la mente vuelva a rendir como debe. Así que aquí acaba mi escritura del día. El sol sale mientras termino estas líneas y el perro, adormilado y perezoso, se me acerca para advertirme de que su hora está a punto de llegar. El luto como correctivo. La pesadumbre como excusa para detener el mundo, al menos, veinticuatro horas más. Todo puede esperar en la justa medida. Los sueños, el éxito, la meta… Todo. Y no pasará nada. Hoy será uno de esos días.