Un respiro

Parece que la ciudad vuelve a respirar, ya sea por la llegada de un verano adelantado o porque parece que empezamos a salir de un letargo con forma de pesadilla. No necesito ver las sonrisas para sentirlas. No necesito ver el cielo rojizo para saber que está ahí.
Me adentro en un fin de semana de desconexión con la tranquilidad de haber finiquitado el trabajo de los últimos meses y con la incertidumbre de un futuro que bulle dentro de mí. Auguro un verano caluroso en la ciudad, en el barrio, lleno de trabajo, de ideas a las que dar forma como un orfebre y de una ansiada tranquilidad que persigo desde hace tiempo.
El significado vacacional está tan lejos en mis pensamientos como aquellos días en los que el cielo era gris y teclear era la única vía de escape. Sigo siendo el mismo aunque más viejo y más pausado, y eso permite saborear los momentos de otra manera.
Estos días la cerveza sabe mejor en la plaza, con la brisa cálida y la buena compañía. Los largos paseos me ayudan a sentirme presente, alejado de la pantalla, del teclado y del ruido. Las lecturas llenan ese vacío de inspiración en el sofá, en busca de nuevos párrafos, de nuevas historias que contar. No regreso porque nunca me he ido, pero lo cierto es que es el momento perfecto para dejar que mis personajes tomen el relevo y hablen por mí. De nuevo, la mesa llena de Aperol Spritz, de anécdotas mundanas y ajenas que completan el día a día. Un poco de queso curado, un vino blanco y un plato de aceitunas. Los diarios nos bombardean con malas noticias a diario, pero vivo agradecido porque estoy rodeado (virtual y físicamente) de gente maravillosa. Sólo hay que pararse y mirar a nuestro alrededor. Un correo, un Skype, un mensaje de Whatsapp, un desayuno sencillo. No necesito mucho para alcanzar ese estado que anhelamos en más de una ocasión.
Hemos, estamos y seguiremos pasando por un periodo extraño que, sin duda, marcará el resto de nuestros días de un modo u otro pero, pese a todo, hay que seguir dando gracias por mantenernos fieles y por regalar esa sonrisa que, aunque no se vea, sigue dando sentido a lo que hacemos.
Brindo por vosotros, por el nuevo libro y por la cantidad de folios que aún quedan por escribir.
Feliz fin de semana.