Una década de disfrute

El sol se pone a lo lejos en un día cargado de nubes. Desde un balcón de Chamberí, apuro la ginebra de la victoria, con hielo y con una rodaja de limón. Sin florituras. De fondo, suena una de mis listas favoritas de jazz. Pongo fin a un mes intenso y doy comienzo de un febrero cargado de oportunidades. Después de diez años aporreando un teclado para dar forma a historias, siento que es el final de un ciclo de preparación y el inicio de una etapa importante de mi vida.

Este mes sale una nueva novela con un personaje inédito. Mi actitud pulp me obliga a seguir creando. Reconozco que soy un rara avis en mi forma de vivir el proceso. Tengo el calor de los lectores y eso me es suficiente. Disfruto del anonimato entre la muchedumbre, de la soledad de las barras (ahora prohibidas) de los bares y de las anécdotas que dejan las calles a altas horas de la madrugada. Hay muescas de mi presencia en cada esquina, desde Malasaña hasta Salamanca, desde El Pilar hasta Lavapiés.

Desde que llegué en 2018 a Madrid para consolidar mi carrera, he tenido la fortuna de vivir y conocer los rincones de la ciudad, de día y de noche, con sus luces y sus sombras. La capital es un entorno ideal para mí, con sus bares, con sus estaciones de trenes, con sus gentes y con su idiosincrasia. Quería que, de alguna manera, todo esto quedara plasmado.

A estas alturas, los sueños de mi yo de veintiún años están más que cumplidos. Gané la partida, pero la vida es un juego que termina en una caja de madera. Es momento de continuar. En unos días anunciaré el título y la portada. Pronto llegará a vuestras manos.

Hasta entonces, hay que seguir disfrutando.