Vivir con tus reglas no está tan mal

Photo by Alina Sofia on Unsplash

Después del segundo paseo, a mediodía, he ido al supermercado. Sábado, la nevera vacía y mi único plan de hoy es terminar con las galeradas de mi última novela. Así que he comprado un poco de carne para los siguientes días, queso, jamón serrano, fuet, salchichas para el perro, vegetales, una botella de Rioja y una barra de pan.

Al salir de la tienda, me he recordado a mí mismo, otras veces, un sábado cualquiera, con el espíritu de trabajar hasta concluir con lo que llevo entre manos, con la sonrisa de tener motivos para celebrar cuando termine mi jornada.

Apagar el teléfono o darle al botón del avión.

Desaparecer por 48 horas.

Esa fiesta de esa amiga a la que nunca ves, puede esperar. Esa cena romántica para dos, también.

Estoy entusiasmado, pero no necesito compartirlo.

Sospecho que mi vida, mi modo de operar, tal y como es, deja de ser interesante en el momento que sale a la luz, como una fotografía velada en la que ya no se puede ver nada que merezca la pena.

Por eso creo que es importante vivir bajo nuestros propios términos y condiciones, sin mirar lo que hace la persona de al lado, sin envidiar frente a la pantalla hasta sentirnos como un pedazo de basura. Plantearnos qué es lo que nos satisface e ir a por ello.

Ser felices, sin medias tintas, respetándonos un poquito más de lo usual y disfrutar con lo que hacemos, no lo que podríamos estar haciendo.

Quien te aprecia, te dará espacio y, quien no, te ahorrará un problema a largo plazo.

Si no te haces entender, no quieras que los demás lo hagan por ti.

Cuando termine, daré un paseo hasta la puesta de sol. Puliré ideas, las anotaré al llegar a casa, después preparé algo de cena, descorcharé la botella y me perderé en una buena lectura con Davis de fondo.

Y, si al día siguiente, me dieran a elegir, volvería a escoger lo mismo.