Volver

Huyo del frío para cobijarme en el calor de las palmeras, la costa y el Mediterráneo, pero no encuentro más que una nube que cubre Europa con más y más lluvia. Volver a caminar por el empedrado que me vio crecer, las baldosas que no se marchitan, las calles que todavía huelen a juventud. Regresar a casa no siempre resulta fácil, menos todavía cuando se arrastra un poso de nostalgia bajo las alas. Abandonar un lugar y regresar a él, tras el paso de los años, para darte cuenta de que nada cambia, nada en tu recuerdo lo va a hacer cambiar. Deambulo por los bares creyendo que todavía soy aquel joven de veintipocos con ganas de comerse el mundo. Cruzo las barras y sigo encontrando los mismos rostros, más viejos pero atemporales, y nosotros seguimos siendo los más jóvenes del local, a pesar de que hayan pasado los años. Y sin embargo, hace una década, me desencantaría todo lo que veo, sumido en un aburrimiento constante y abrumador, pero hoy es diferente, no soy el mismo que era, ni lo que fui. Caminar por las calles de la ciudad me hace sentir protegido, cómodo, como si caminara sobre un colchón en el que puedo caer y levantarme. Aquí la velocidad es diferente a la de las grandes ciudades, la lluvia es más tímida y los bares siempre están abarrotados de gente. Debe de ser el idioma, la energía que radian los que la habitan, esos no-hay-prisa-ni-nada-por-lo-que-preocuparse, las rutinas habituales que desembocan en el café de la tarde y la tostada con jamón del atardecer. He vuelto a sentir esa mirada, los ojos de color café de las chicas que dejan una estela de perfume tras su paso. Todavía se escuchan risotadas al otro lado de la esquina y percibo la parsimonia de los que detienen el coche donde quieren y cuando les sale del gaznate. No pasa nada, amigo, esto es así, esto es la ciudad donde creciste, el tiempo es no es más que una variable y aquí uno es capaz de relajarse pese a todo.

Nos acercamos a la treintena a ritmo de música surf, las olas rompen en el malecón. Sé que se trata de algo ficticio, un sentimiento creado única y exclusivamente por mí, idealizado como una historia de amor y barnizado como haría el mejor de los carpinteros, pero no importa. Huele a café y a pan recién tostado. En la televisión del bar están poniendo los informativos. Los relojes del recuerdo parecen haberse detenido para siempre. A veces, volver es más que necesario.