Y ahora, ¿qué?

low-angle photograph of a dome cathedral building

Bueno, y ahora, ¿qué? Me pregunto después de darle al botón de enviar. Por suerte, tengo una respuesta: seguir, empezar de nuevo, regresar al punto de partida en el que no tienes nada y debes ingeniártelas para sumar otro tanto. El oficio de juntar letras va así. Lo celebras un día, pero sin demasiado entusiasmo. Reconozco que han cambiado mucho las cosas (para mi fortuna) desde aquellos días fríos de invierno, en la calle Czerniakowska, pero sigo siendo el mismo, con más canas, más experiencia y más tiempo libre, pero la misma persona que salía del portal para ir a la tienda de ultramarinos. La misma que pasaba inadvertida entre los estantes cargados de tarros de pepinillos. La cocción lenta marca y ayuda a quitarle interés e importancia a ciertas cosas de la vida. Ayuda a no escuchar al ego, a dejarlo en un rincón y a mantenerlo quieto, en su sitio. Poco a poco, con los años, me doy cuenta de cómo mi cabeza se convierte en una hemeroteca de información y conocimiento acumulado. Las personas buscan píldoras mágicas que quiten el dolor o enseñen a obtener resultados inmediatos, pero de esto no hay. He aprendido a conocerme, a entender mis tiempos y a darme un respiro cuando el cuerpo lo manifiesta, pero también he aprendido a disfrutar del silencio, de la retaguardia y del proceso. Estoy feliz, que ya es bastante, y mentiría si digo que hay algo que me molesta ahí fuera. Entonces se aprecia el milagro de la vida. Nos pasamos la existencia obsesionados por demostrar algo a los demás, en lugar de a nosotros mismos. Cuando giramos el tablero, la partida juega a nuestro favor y todo está dicho.
Termino el café y me dispongo a salir a la calle. Sé lo que toca, seguir avanzando y olvidar lo que ya está hecho, en silencio, sonriente, como la brisa que avisa de una tempestad.