A mi manera

Woman in a robe staring out an apartment window, looking at the city skyline

Dicen que la vida no volverá a ser la misma. Por supuesto que no. Cuando todo esto pase, si que realmente queda atrás, puede que hagamos algunas cosas de otra manera.

Estos días, algunas noches, veo alguna película que ya había visto anteriormente, más que nada, porque no me importa si no la termino o me quedo dormido mientras la veo. Muchas de ellas, las vi cuando estaba en la universidad, por lo que no recuerdo muchas cosas. Cuando las termino, mi lectura es otra, muy diferente a la de hace doce años.

Ayer vi Manhattan de Woody Allen y reconocí en sus personajes todo aquello que detesto en muchos aspectos de la vida. Ahora que ya he estado ahí, partícipe de la conversación, no tengo gana alguna de que se repita. Sin embargo, me di cuenta de otras cosas. Aspectos de la vida que me hacen mirar atrás. Tengo la sensación de que en la era preinternet, la vida diaria tenía más sustancia y gozaba de más misterio. Puede que sean cosas mías y más en estos días, que escucho las mismas frases, una y otra vez, como eslóganes patateros de manifestación, obligándome a reflexionar sobre la otra persona, si ya no sólo piensa sino que también me cuestiono si es consciente de lo que está diciendo.

Es obvio que una película no es más que un ejercicio de ficción, pero las habitaciones, los comportamientos, las actividades más mundanas están cargadas de un significado que hoy parece haberse esfumado. Cuando esto pase, si es que no se queda, haré por vivir de un modo más analógico, aunque eso suponga sacrificar ciertas cosas. Por supuesto, no creo que la solución consista en regresar a un modo de operar ya extinto. Sería estúpido. Soy un hijo de internet y no viviría de la escritura sin el comercio electrónico. Más bien, me refiero al uso, ajeno a mi actividad lúdica, que en el día a día le doy al teléfono, a los servicios de geolocalización, a la gratificación instantánea, al estar disponible cuando se me requiera. Hay momentos que nunca van a ocurrir y conversaciones que tendrán que esperar, en lugar de ser resueltas en un puñado de mensajes de texto confusos. Y si nunca suceden, significará que no eran tan importantes (sobre todo, para mí).

La culpa no es de las plataformas innovadoras, sino nuestras, por el contenido que consumimos y el estilo de vida que formamos alrededor de este. Durante el día, más que cultura, engullimos publicidad y opiniones ajenas, escritas por cualquiera en un muro o en una sala de chat. Damos y exigimos atención en exceso, y eso nos puede costar caro.

Cuando todo esto pase, si es que termina algún día, voy a vivir (si cabe) más a mi manera, y menos a la de los demás.