Caos

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El otro día leí una frase que decía algo así como: “Si eres la clase de persona suele tenerlo todo bajo control, deja entrar al caos en tu vida, de cuando en cuando, en pequeñas dosis. Merece la pena”. Me sentí identificado con esas palabras, quizá porque mis últimas semanas han sido caóticas, desordenadas, en el buen sentido de la palabra. No concibo la creación sin el vacío aunque, en ocasiones, me cuesta mucho permitir que el aire entre por la ventana. Soy un tipo particular, de contrastes, de desaparecer durante semanas, de levantarme cuando aún es de noche y de beberme tres cafeteras antes de las once de la mañana. Hay quien me pregunta que de dónde saco las historias, que cómo soy capaz de escribir tanto. Mi respuesta suele ser la misma: los libros y la vida, a partes iguales. No sigo las tendencias, ni intento subirme a una ola que no es para mí. Escribo para plasmar mi imaginario personal y compartirlo con quien quiera disfrutarlo conmigo, pero también lo hago para entenderme un poco más. Durante años, los libros (los míos y los de otras personas) han sido el único examen, lleno de preguntas, al que me he enfrentado para conocer quién soy, cuando no estoy o, mejor dicho, cuando realmente soy yo. Después, la vida en la calle me sorprende gratamente, con alegrías y dramas que, poco a poco, terminan formando a mis personajes y sus universos. Por eso, debo decir que mis vacaciones han terminado. Un primer verano en Madrid, un cambio de barrio, un montón de horas muertas, la página en blanco y nuevas caras que han puesto color a los atardeceres vacíos. Una pausa estival inesperada que ni yo mismo planteé así, pero que vino con cambios, me agarró de la mano y yo no hice más que dejarme llevar. Hoy escribo estas palabras satisfecho porque quien me lee, que son quienes realmente me importan, nunca me han presionado, y eso es de agradecer. El contador se ha puesto a cero y siento que todas estas imágenes pronto se transformarán en párrafos, en ideas, en escenas y diálogos. Tan pronto como las digiera y la alquimia de la escritura haga su magia.
El fin del verano siempre ha tenido un sentido simbólico para mí, puede que porque naciera cerca de la costa, o porque tengo una puesta de sol de tonalidades ocres tatuada en mi mente. Por eso, quizá, después de todo, un poco de caos, entre tanto orden, no esté de más para abrir nuevos caminos y quitarnos las viejas pieles del pasado, igual que el invierno da paso a la primavera. Y cuando todo esto sucede, no existe mejor momento para restablecer ese orden, dando lo mejor de nosotros.
En mi caso, con más historias.