Certezas

people sitting on chair near building during daytime

Suben las temperaturas, los rayos de sol se cuelan por el balcón y el asfalto hasta volverse blando. Un whisky con Sprite (a falta de soda) bien frío a mediodía, con la ventana abierta, la música de Bill Evans de fondo y el claxon de los conductores molestos que suena en la calle. Un trago por esa oficina que no volveré a pisar, por ese jefe amargado de chaqueta y corbata que me enseñó que aquel no era mi sitio (ni el de nadie con dos dedos de frente), por el metro al que no me subiré y por ese tren que dejaré marchar una vez más.

Algunos días nos despertamos con dudas y otros con la calma de haber hecho las cosas bien. Hace mucho tiempo que duermo tranquilo, que sólo lo importante me atormenta cuando toca. Nunca doy nada por sentado ni tampoco espero nada de nadie, pero hoy es uno de esos días en los que me he levantado con la certeza de que he venido a quedarme. No está escrito en ninguna parte, más bien lo digo yo pero, ¿acaso está en manos de alguien más? La suerte, el fracaso, aquello que se escapa de las manos… Bailar con el azar es otro de mis talentos y, aunque se me dé bastante mal, lo llevo muy bien.

Estos días me recupero de las últimas páginas y permito que la inspiración regrese a mis letras. Tengo la idea, pero aún estoy completando la paleta de colores que pienso utilizar. Un hiato corto, pero necesario, después de varios años sin freno. No son vacaciones y tampoco me voy porque siempre he estado. La vida se trata de eso, de pausar, respirar profundo y mirar en ambas direcciones antes de cruzar al lado de lo desconocido, de lo nuevo, al escenario donde sale la impostura, nos hacemos pequeños y nos enfrentamos a los demonios.

Y mientras todo eso ocurre, economizo las palabras, espero con el vaso en la mano, brindo por vosotros y aguardo al momento en el que retire la tela y os muestre la obra.