Cosas que necesito

Esta mañana me he topado con uno de esos artículos de autoayuda en los que animan a describir cómo sería un día perfecto. Los días perfectos no existen y hacerlos únicos -al menos, que se sientan así-, es cosa nuestra. Nunca he necesitado mucho para ser feliz, que para mí no significa otra cosa que irme a la cama con la conciencia tranquila. A lo largo de los años he escrito en lugares insospechados, en terrazas, buhardillas, aeropuertos y lugares remotos, y nunca me ha supuesto un problema. Hoy es diferente, pero la sensación es la misma. Cumplir con mis prioridades del día es suficiente. Sin embargo, con el tiempo, sí que he notado que existen elementos en mi rutina que lo hacen todo más llevadero.

Mis herramientas de trabajo son básicas. Además de un cuaderno de notas y un procesador de textos (bendito Google Docs que está en todas partes), me cuesta imaginar las jornadas sin una conexión a Internet (aunque sea la del teléfono, para mirar lo indispensable, guardar el trabajo y responder correos), un buen cargamento de café y una cafetera moka de las de toda la vida, un poco de companaje en la nevera y su correspondiente hogaza de pan, para cuando aprieta el hambre, mi Kindle, una botella de whisky en el armario para celebrar las pequeñas victorias y esos paseos con el perro que ayudan a uno a olvidar las banalidades por un rato. Echo cuentas y la lista es más larga de lo que imaginaba, pero tan necesaria como el carburante de un coche. Necesidades que nutren los párrafos, como también lo hacen los bares, sitios tan necesarios en lo cotidiano, donde uno forma parte del animado decorado, comparte triunfos, rupturas y discusiones ajenas. El bar como templo en el que orar hasta que llegan las ideas.

El desarrollo y la tecnología nos ofrecen una variedad de alternativas para que un simple documento de Word se convierta en algo funcional. No obstante, aunque parezca un antiguo, hay cosas que irremplazables para que esto, lo mío, funcione a su manera. Hay quien se basta con una suscripción a Netflix. Yo necesito salir a la calle, perderme entre las luces flamantes de las grandes avenidas y entender, a mi manera, el mundo que me rodea. Teclear en un ordenador, al fin y al cabo, está al alcance de cualquiera.