Esfumarse

grayscale photo of people walking on street near building

Disfrútalo mientras puedas, le dije, porque pronto se esfumará. En ocasiones, la vida no deja de sorprendernos, para bien o para mal, y de cada experiencia se aprende. Hace unos días me encontraba en la plaza de la Paja, tomando un pincho de tortilla y una cerveza, después de haber recorrido el Madrid de los Austrias. Un lugar idílico, que separa la ciudad de su propia realidad y te teletransporta a la tranquilidad de la plaza de un pueblo castellano cualquiera. No sé en qué momento del día sucumbí a sus ojos, a la mirada felina, al placer de escucharla mientras la espuma de mi cerveza bajaba y su cigarrillo se consumía. Pronto nos olvidamos de todo: del calor de la ciudad, del bicho, de lo aburrido que puede ser agosto hasta que los bares vuelven a abrir. Nos olvidamos para recordar el sentido de todo: estar presente, saborear cada palabra, cada beso, sin el temor a que, unas horas más tarde, aquellas imágenes se desvanecieran entre nuestros dedos.
Con el tiempo he aprendido que todo funciona como un péndulo, que las rachas vienen y van, tanto las buenas como las más ingratas. El corazón es el órgano que rige nuestra vida y hay que tomarle el pulso a ésta para que nunca deje de latir.
A la mañana siguiente, regresé a casa antes de que saliera el sol, con la esperanza de que el sueño se convirtiera en realidad. Me cuestioné que por qué ahora, después de todo, y regresé a las palabras que le dije a esa chica, poco antes de que nos olvidáramos de ella. Porque, amigos, da igual lo que digamos: las palabras, sin excepción y con el debido tiempo, también se esfuman.