Historia

flat-lay photography of cup of coffee beside book and typewriter

 

Una vez leí en internet que el mundo te olvida si no das señales de vida durante dos o tres meses. Después de estos eres historia. Por supuesto, esa persona se refería a las redes sociales y a la memoria residual de los usuarios.
Esto lo leí hace años. Hoy, tal vez sean menos de dos meses. Quizá dos semanas. Fallece una persona famosa y se le recuerda durante unas horas. La vida sigue, siempre lo ha hecho, y no es que el mundo nos olvide, porque para eso tendría que recordarnos como algo especial, sino que no tenemos por qué significa algo para un desconocido.

Estos días me alejo de las redes un poco más de lo habitual. Echo de menos lo único que recuerdo, que no es otra cosa que la era preinternet, en la que sentía el placer de aburrirme, de manera presente, sin que mis pensamientos se fueran a otro lugar virtual, en lugar de preguntarme qué hacer en ese momento. Momentos de lectura, de conversaciones cómplices y de arreglar el mundo. Horas en las que el tiempo pasaba a otra velocidad, porque no existía un Pepito Grillo que nos advirtiera que nos podíamos estar perdiendo algo valioso. Entonces nada era tan importante como ese café a media tarde, recordando los destellos del sábado.

Lo último que pretendo transmitir es nostalgia.

Me alejo para leer en calma, para escribir en silencio y para imaginar que lo único que veo es lo que tengo delante. Dejo atrás las sonrisas desperdiciadas y las conversaciones abandonadas por culpa de una notificación.
¿Cuándo fue la última vez que viste una película sin comprobar algo en el móvil?, le pregunté a una amiga y no supo contestar.

Pero eso no es lo más importante de la cuestión. No tengo interés en demonizar la tecnología que uso, que me conecta y que me llena el estómago. Me alejo para aislarme del ruido y de la soberbia impuesta, en muchas ocasiones fingida; de la falsa creencia y de la imagen proyectada en la que otra persona está mejor que yo, que nosotros, que el resto. La felicidad a golpe de clic. Si antes me importaba poco, ahora mucho menos. Cruzo el centro viendo a jóvenes posar en el mismo sitio, haciendo que las calles anónimas tengan el mismo encanto que la Torre de Pisa, para después actualizar la página, una y otra vez, mientras cuentan los corazones que aparecen en la pantalla. Dejo de seguir a otra gente y me sigue apareciendo porque la red social piensa que podría ser relevante para mí. Pues no lo es, pero me fuerza a comprobar, una y otra vez, cómo el ego de algunas personas las lleva a rozar el ridículo a diario, soltando opiniones al aire, buscando unas migajas de atención para terminar borrando lo que han escrito. Yo lo vi, yo estaba ahí cuando ocurrió y no dije nada.

Los asuntos importantes de la vida requieren atención, reflexión y trabajo. También requieren pausas y silencio. Digamos que ciertas cosas han dejado de tener su gracia.
Puede que pasen dos semanas, quizá dos meses, pero eso no significa que desaparezca. Existen muchas maneras de hacer historia y hacer ruido nunca ha sido una de ellas.