Marcando los tiempos

brown concrete multi-storey building

Dicen que el calor volverá, aunque siento cómo el frío se cuela por la ventana. Otro mes que se acaba y un extraño verano que pone fin a una desconcertante travesía. Con mesura, regreso a mis mañanas oscuras, antes del amanecer; al jazz, a las cafeteras de dos tazas y a las rutinas de ejercicios creativos que solía hacer cuando todo parecía estar orden. En realidad, nunca fue así, nunca lo estuvo, y quizá por eso, después de unos meses de subidas y bajadas como si se tratara de una montaña rusa, me he dado cuenta de que adaptarse siempre ha sido parte de nuestra naturaleza.
Paseo por Madrid los últimos días antes de que la ciudad vuelva a llenarse con sus diferentes clases de gente. Por las mañanas, cuando paseo al perro, comienzo a ver esos tipos enfundados en sus trajes que habían desaparecido con la llegada de julio y agosto. Para mí, ellos son la señal de que las vacaciones han terminado, de que en Instagram se acabaron las fotografías de playas paradisíacas y cócteles protegidos por una sombrilla de papel. El aviso de que los días, cuando me lo esperemos, serás más cortos y los atardeceres tendrán otro color. Una señal que no me disgusta, pero que observo con recelo, ya que somos tan cretinos que no valoramos lo que tenemos, hasta que se ha esfumado por completo. Por suerte, el verano, aunque se haga de rogar, tarde o temprano vuelve.
Cuando sale el café, lo vierto sobre una taza y salgo al balcón de mi apartamento. La calle descansa, ni siquiera el bar ha abierto todavía. Bendita la calma que tengo fuera y que no es capaz de reinar en mis adentros. Algo se gesta y sé que son historias. Crear supone destruir, quitar lo antiguo y dejar espacio a lo nuevo para que llene el vacío. Y en mi caso, puedo sentir que el verano ha acabado con el hastío, dejando un recipiente de cristal limpio, abierto, preparado para absorber todo el otoño que tiene por delante.
Por eso, no me importa si vuelve el frío, o si hace calor. Al fin y al cabo, igual que el sol da paso a la luna y las hojas secas crujen hoy más que ayer, pensar que podemos hacer algo más que observar y disfrutar lo que tenemos, es demasiado ambicioso e idealista. Nosotros no marcamos los tiempos. Nunca lo hemos hecho.
Y eso, de alguna manera, nos ayuda a comprenderlo todo.