Cómo vas a vivir el resto de tu vida

white ceramic mug with coffee on brown wooden table

Hace dos semanas que no escribo unas palabras en la página. Tampoco le estoy prestando mucha atención a las redes.
Los días pasan sin que me dé cuenta, gracias a la cantidad de cosas que me he propuse hacer y al montón de faena que ha llegado desde que el libro electrónico ha recibido ese empujón que estaba por llegar.

Creo firmemente que uno de los secretos para combatir esto, ha sido el férreo entrenamiento que llevaba a mis espaldas. Parte de este se debe a los largos inviernos que pasé en el extranjero. Algunos años no llegué a ver el sol desde diciembre hasta mayo. Recuerdo el último, quizá el más pesado de todos (por asuntos que no vienen a cuento), con una sensación agria. Quizá porque era el último y deseaba que fuera especial. Y lo fue, a su manera, siempre lloviendo, gris. Ni siquiera pedía que saliera el sol. Sólo quería pasear por los parques, pero ni eso pude. Meses de verlo todo frente a la ventana, me dieron a entender que, me gustara o no, no había alternativa.

Así que las pasadas semanas combatí el bloqueo de la página en blanco escribiendo una novela. Reconozco que la parte más dura es la de la lectura, pero avanzo, lento, esforzándome.
No voy a comentar dónde me gustaría estar, ni qué me gustaría hacer, porque es un gasto de energía innecesario. Limito mi existencia a hacer lo que deseo, dentro de mi alcance, lo que considero que es mejor para mí. Duermo del tirón y madrugo para mantener el equilibrio.
También es clave eliminar los ruidos innecesarios, ahora más que nunca.

Lo más inoportuno es reflexionar sobre qué seremos o acerca de cómo viviremos cuando esto pase. Carece de sentido. En cambio, es mejor pensar sobre cómo nos vamos a adaptar a lo que venga, sea lo que sea; en cómo vamos a vivir el resto de nuestras vidas, sin importar el escenario.