El arte de no hacer, de no ser y de no existir

yellow round fruits on gray table

Regreso al blog porque no me gusta que pase mucho tiempo entre dos entradas. Este espacio es como mi casa, lleva abierto desde 2015 y sé que hay quien se interesa, con más o con menos entusiasmo, en leer lo que escribo.

Está siendo un verano atípico, gratificante -me gustaría decir que tranquilo, pero no es así- y muy productivo. He decidido quedarme en Madrid por cientos de razones, pero sobre todo porque es la ciudad donde vivo, donde está mi vida, mi ocio, mi apartamento y mi taller, donde puedo escribir con paz absoluta. Existen muchas razones para huir de Madrid, pero yo no las tengo. Este verano también es atípico porque, a pesar del éxodo vacacional, las terrazas están llenas de sonrisas, llenas de turistas por las calles y llenas de una esencia que se fue durante un largo episodio y que parecemos haber olvidado. Iluso de mí que pensaba que eso de reservar una mesa para cualquier encuentro, era algo excepcional por la crisis. No ha sido así.

Este mes de julio me ha dado por escribir y bien fuerte. Lo que a principios de año empezó como una idea, hoy son más de trescientas páginas de las que sólo tengo el principio. Detesto hablar del trabajo inacabado y no me gusta generar expectativas de algo que ni siquiera sé si verá la luz. Es un texto bruto, sin precisión todavía, pero con unas entrañas muy interesantes. Lo estoy pasando en grande poniendo vida y fin a una etapa literaria, con rumbo pero sin reglas, dejándome llevar -esta vez, sí- por una brújula interior que rompe cada una de las normas básicas que tanto se repiten en los manuales de escritura. Pienso en mí y en quien lo va a leer. Lo demás me importa un cuerno. Cuando llegue el momento oportuno, lo sabréis todo.

Que le jodan a los críticos. Aquellos que no pueden hacer, enseñan. Aquellos que no pueden enseñar, critican – JA Konrath.

Paseo por la ciudad, cruzando de norte a sur, de este a oeste. Disfruto con la amalgama de gentes, ya no por las clases que ocupan sino por las vidas que tienen. No juzgo, no critico. Cada uno hace (hacemos) lo que puede, lo que le apetece y lo que le permite la existencia. Y está bien así. Todas las hormigas trabajan, pero cada una a su ritmo. Todos dan vueltas a sus problemas y todos creen que son lo más importante en este mundo. Mi problema es terminar el verano con todos los deberes hechos, que no son pocos. Por tanto, ni siquiera creo que se le pueda llamar problema, aunque me abrume al pensar en ello. Estoy preparando algo muy interesante para quienes escriben o quieren escribir y alcanzar lectores. Tampoco puedo hablar de ello (no es un libro), pero lo anunciaré cuando llegue la fecha.

Ayer, Cristina Grela (su blog es de visita obligada) hablaba sobre regalías en Amazon y tomarse esto en serio. Cristina tiene una explicación muy lúcida que diferencia entre la afición, la pasión y la profesión. Y entiende muy bien las reglas del juego. En este mundillo de vanidades, culpables -los demás, siempre, claro- y frustraciones -ve tú a saber por qué-, es difícil encontrar razonamientos como el suyo.

Hay que disfrutar la vida, lo que hacemos y lo que somos, de la mejor manera posible.

Por último, mientras continúo con esta obra magna que a veces me encierra en casa entre páginas de otros libros, y otras veces me traslada al delirio conversacional de las terrazas, con sus rizos dorados, sus pieles morenas del sol marbellí, las copas de vino blanco y las tablas de ibéricos. Sigo con mi bloqueo hacia las redes, el bloqueo a saber de desconocidos y el placer de dejar los mensajes en visto, sin intención de responderlos. Más que una cuestión de dejadez, es un ejercicio de salud mental. Regresar poco a poco al presente, a la despreocupación de ser un habitante más en esta jungla de cemento y al gozo de darle explicaciones únicamente a mi perro. Alejarme de los juicios que no aportan y de los chascarrillos innecesarios (esto incluye a los medios de comunicación). Me interesa la gente viva, la gente se toma los días con sentido del humor, pase lo que pase. La gente que dice que hoy no ha podido ser, pero que mañana lo volverá a intentar de nuevo, a ver qué tal. Me gusta que a mi entorno le vaya bien, que esté contento, que es lo que importa, aunque no me interesen los motivos de su felicidad. Para oír el runrún de las derrotas de terceros, ya saboreo las mías. No me atrae el pesimismo ni la apología al fracaso. El mundo que habitamos es hostil por naturaleza -guste o no- y en la universidad ya tuve bastante con leer a Pessoa en su día.

Así que el correo es el único medio que sigue activo. Tiene sus tiempos, sus pausas y siempre puede esperar unas horas.

Esto me recuerda que enviaré una carta a la lista de lectores la próxima semana (puedes suscribirte aquí y empezar a leer Caballero).

También que tenéis en oferta una serie de lecturas para estos meses estivales.

Disfrutad el verano, de su arte de no hacer, de no ser, de no existir (para nadie más que vosotros), aunque sea por un ratito.