El soñador

Hoy ha salido a la venta El Caso del Tarot, pero me aterra que apenas nos quede una semana para marzo. Los almendros florecen, el Retiro se llena de color paulatinamente y afino en casa las cuerdas de mi próximo proyecto. Tengo una hoja de ruta, aunque voy a tomarme la pequeña licencia de saltármela. Leo por encima la prensa y me cobijo en las barras de los bares, en las conversaciones amenas, en el Umbral del principio, en Connelly, en el teclado, en el jazz primaveral y en un día a día que está lejos de llamar la atención. Lo mejor que puedes hacer, en estos tiempos que corren, es dedicarte a lo tuyo. Pronto cumpliré un año más, pero antes me gustaría haber puesto punto final a la idea que pulula en mi cabeza desde hace un año. Mi ambición es tan sencilla como eso: escribir y escribir hasta que no quede tinta en la pluma. Por supuesto, hay otros sueños aunque, por fortuna, ya no necesitan tanta atención.
Las calles están vivas, la luz del día se alarga, las gélidas temperaturas se despiden con tristeza y las noches de bufanda están contadas hasta la próxima temporada. Hace unos días, en un rincón del barrio de Ibiza, entre media ración de callos y una cerveza, recordé al soñador que fui, una década atrás. Los pies siguen en el mismo sitio. Lo de ayer, no fue más que otro paso hacia delante. Lo de hoy, son otros demonios con una importancia relativa en mi vida.