Escribo con lo justo

Llego a la recta final del sexto de los nueve libros que me había propuesto publicar este año (sin contar con los lotes y las ediciones reeditadas). Lo cierto es que habrá que trabajar largo y tendido en el primer borrador de El crimen de Atocha y su trama, como es habitual, pero me alegra saber que me acerco a esas últimas páginas de despedida.

La salida de La playa de los muertos ha sido un éxito —dentro de las predicciones— y esto me ha motivado para ponerme con El último baile cuando llegue la ocasión. De momento, el próximo mes sale El juego del Diablo, y aún tengo que lidiar con lo que llevo entre manos y lo que vendrá. La nueva aventura de Leopoldo Bonavista tiene que ser fuerte, para estar a la altura de los Fonseca. ¿Se puede repetir la trayectoria? No lo creo. Aunque, como dice Wilco, you never know (I don’t care anymore).

Este año estoy aprendiendo a escribir con lo básico: justo de carburante, de tiempo, palabras e incluso de software (con lo básico de un procesador de textos). Al fin y al cabo, no hace falta más para contar una buena historia.