La pieza que necesitaba

Hay cosas que todavía me fascinan. Una de ellas es el funcionamiento de la mente creativa. Hace un año, en medio de un momento caótico, tuve una idea para una novela. En principio, era buena, pero no estaba convencido con el modo en el que la quería contar. Por otro lado, sentía que le faltaban algunas piezas que no lograba encontrar. La empecé y la abandoné a las quince mil palabras, como muchas otras historias que nunca vieron su final.
Un año después, con la cabeza entre los hombros y curtido en otras batallas, la idea ha vuelto, como el olor a embutido al abrir la nevera.
Hoy puedo decir que estaba en lo cierto y que, después de doce meses, he encontrado la pieza que necesitaba para que todo encajara a la perfección. La historia sigue siendo una idea, pero hoy sí me siento con ganas de parar el mundo para escribirla.

Con el tiempo, confío cada vez más en mi instinto. Por supuesto, de alguna manera inconsciente, a lo largo de los doce meses, he estado buscando esa pieza mientras escribía otras novelas en las que me volqué por completo. Hay ideas -como esta- que merecen una segunda oportunidad. Hay otras que no, por mucho que queramos contarlas.

Después de cuarenta y un libros, aún hay quien me pregunta si no me canso de continuar. Yo suelo responder que aún estoy comenzando. Supongo que no se entiende. Después de cuarenta y un libros, todavía me sigue fascinando la idea de sentarme a escribir una nueva historia, con las mismas sensaciones que tuve al escribir la primera de todas. Por eso, y por muchas otras cosas más, cada segundo de espera, merece la pena.