Miedo y futuro

Puede ser una ilustración
Era profesora y me dijo que apenas bebía. El alcohol la había tratado muy mal en los últimos dos años. ¿A quién no?, pensé. No la juzgué y escuché en silencio mientras observaba la playa. La bebida abre puertas por las que mejor no entrar. Yo lo sabía, pero hacía tiempo que me había reconciliado con ello. Después me contó que le habría gustado estudiar Bellas Artes, y más tarde me preguntó si era feliz.
—Sí —contesté, sin más detalle. La respuesta la abrumó, como si estar en paz con uno mismo fuera un lujo.
Le pregunté si había pintado algo y me explicó que toda su obra estaba en su casa.
Dejamos la playa y fuimos al apartamento. El piso estaba lleno de óleos y de acuarelas por todas partes. Bebimos vino y me explicó los porqués y los cuándo de cada obra. Yo no sé mucho de pintura, pero distinguía entre lo bueno y lo mediocre. Me gustó lo que vi. Había intención, pero también un exceso de inseguridad.
Esperaba una opinión que no le iba a dar.
—¿Por qué no los vendes? —quise saber—. No pierdes nada y te pagarían bien.
—Porque no.
—Porque tienes miedo. A empezar, al rechazo, a las opiniones, a desilusionarte…
—¿Tú no tienes miedo a nada?
—No a las críticas… El miedo lo riegas y te devora, o permites que se seque. Ya hay mucho perdido por temor a lo desconocido.
—Puede ser.
—Una lástima —dije y me serví más vino—. ¿Puedo comprar uno?
—Ya te he dicho que no se venden.
—Vaya. Quedaría bien en mi piso de Madrid.
La miré e intuí que venía la última pregunta.
—¿Qué se siente cuando ya no existe el miedo?
Dejé la copa y aguardé en silencio.
—Un deseo ardiente, tal vez.
Días después me envió una acuarela en un mensaje de texto. Me hizo gracia. Decía que me imaginaba así, en un futuro cercano. Le pedí el original, pero se negó a enviármelo y dejé de insistir. La calidad no lo era todo. Hay más allá del blanco y del negro, pero seguimos queriéndolo todo o nada. Seguimos con el miedo a perder, y se pierde mucho tiempo divagando mientras el tren se aleja.
Las oportunidades se toman. Si no estás preparado, aprendes la lección. Y, si lo estás, no es sinónimo de éxito, pero el viaje quizá sea más placentero.