Misterio

Después del concierto, me confesó que había ojeado uno de mis libros del mueble, mientras yo estaba en la ducha, y le sorprendió la falta de sexo en mis historias.
—Escribo misterio, no telenovelas.
—Ya, pero…
—El misterio es el veneno de toda pasión y te matará lentamente…
Cuando ya no exista.
O cuando te abrume.
Estaba hambriento y cansado como para darle una explicación lógica.
No era necesario.

Dicen que las personas te cuentan tal y como son en el primer encuentro.
Yo prefiero beber y asentir.
El que buscaba el misterio era yo.
El que creaba el misterio era yo.
Y eso me ponía en una situación difícil.
Misterio y más misterio.

Hay quien prefiere el drama, que es más emocional, más violento.
Pero no da respuestas, ni lleva a nada.
Supongo que por eso escribía y lo sigo haciendo.
No por los muertos que iban apareciendo en las historias, sino por los que quedaban ocultos en los armarios de cada persona.

El misterio de cómo acaba el capítulo que escribes, de los pensamientos a la 1 de la madrugada, de la pesadumbre de la soporífera resaca del domingo.
Unos, te los pones tú. Otros, te los ponen delante. La mayoría, se repiten.
Y cada vez te cuesta más descabezar las muñecas rusas para llegar al final.
En un punto de mi vida, cada párrafo de la mañana era parte de la respuesta a la noche anterior.
Crees estar conociendo algo, a alguien, pero, en el fondo, te estás conociendo a ti un poco más a fondo. Y ese fondo puede ser oscuro, peligroso.
Y entonces te das cuenta de que la entropía eres tú.
Pero, mejor eso que aburrido.

Desde bien temprano, comprendí que la mente necesita ganchos sin respuesta, puertas cerradas con llave y la incertidumbre de no saber qué viene después.
Comprendí que la gente quiere escuchar historias, aunque sean mentira.
Y está bien.

Porque, por encima de todo,
aprendí la importancia de vivir el presente,
antes de que este se convierta en un recuerdo.

Que lo hará, ya lo creo.
Y el porqué,
sigue siendo un misterio.