Pasión

Ayer, un amigo me decía que todo lo hace con pasión.
De lo contrario, no tiene sentido para él.
Hablábamos de relaciones, por supuesto.
Pero le dije que eso no era del todo cierto.
Hay cosas que se hacen porque hay que hacerlas, aunque la pasión no florezca al principio. Las haces porque te curten, te agitan y te hacen trascender en el largo plazo. Las haces porque sabes que son buenas para ti.
Lo mismo me pasa con la escritura.
Le preguntaba a un conocido escritor si sacaría una novela pronto.
Me dijo que no, que aún no tenía ninguna historia que le quemara por dentro.
Cada uno tiene una naturaleza. Él se lo puede permitir, pero yo no soy así, ni aunque comparta la situación.
Vivo como escribo, sin reservas, a diario, pisando el límite que separa lo extenuante de lo gratificante.
Lo mismo me ocurre con las personas, con las relaciones, con las noches en las que soy capaz de prender las agujas del reloj…
La pasión es algo innato en todo lo que me rodea, y sufro y disfruto a partes iguales con ella.
Simplemente, soy incapaz de enfrentarme a un desafío en el que sé que no voy a darlo todo, en el que tengo la seguridad de que no voy a salir dañado. Por eso, hace años que ya no planifico cuando escribo porque, una vez entendí que mi mente había absorbido los mecanismos fundamentales de la escritura, decidí enfrentarme a los propios demonios, poniéndome a prueba cada vez que me sentaba frente al teclado.
Por eso, sigo creyendo en conceptos que el mundo moderno ha olvidado, en los idilios, en el jazz y en el rock, en las personas y, cómo no, en la escritura.
Existen oficios en los que se paga mejor por menos y, aunque no puedo quejarme, a la hora de madrugar, siento un desinterés profundo por todo aquello que no tenga relación con contar historias, con golpear las teclas con furia, con dejarme llevar por ese trance hipnótico que surge cuando te olvidas del teclado y tu cabeza es un proyector de imágenes, escenarios y diálogos, de vida eterna por unos minutos.
Da igual lo que hagas, ponle pasión.
Es como la sal, tienes que echarla tú.
Está ahí, dentro de ti, acéptala, pero no esperes a que aparezca. No funciona así.
Rema y rema con fuerza. Resiste y llega a tu destino. O piensa que vas a llegar.
De lo contrario, no llegarás nunca.
Yo no sé lo que es vivir sin pasión, pero sí he entendido que la vida es corta, bella y minúscula, así que dejo que me queme y resurjo mientras me quedan fuerzas. Y si no la viviera así, supongo que sería larga, gris y una profunda agonía.