Stendhal

Fotos de stock gratuitas de bar, barra, bonito

Quedan apenas dos semanas para que el nuevo libro deje de ser mío y uno comienza a sentir el cosquilleo del lanzamiento, los nervios previos al disparo de salida. Estos días sueño con largos paseos por la playa, una playa que no piso desde hace años, y también con la carretera que lleva de Madrid a Alicante, con los viajes interminables y con las estaciones de servicio. Por alguna razón, mi vida personal no es diferente a los capítulos que cierro en los libros.

Hace poco puse punto final a uno, después de quince años. Un capítulo que seguía abierto, que había dejado a medias, sin saber muy bien la razón, hasta que me di cuenta, una noche llena de humo y sombras, de ruido, de rostros y músicas de un ayer muy lejano -para mí-, a punto de amanecer, que había llegado la hora de volver a casa.

No sé si todo esto tendrá algo que ver con los años recién cumplidos, con la edad de Cristo -que dicen que es la cúspide de la madurez-, con la mística que rodea a la numerología o con el simple hecho de que he estado tan centrado en escribir el último libro, que me asombro como Stendhal y cualquier experiencia me parece sublime. Sin embargo, reconozco que me gusta dejarme llevar por el misterio y por las casualidades de la vida.

Hoy escucho a Chet Baker en casa, mientras J. abre el bar, y siento que el rompecabezas se completa, aunque la sensación de que todo es más fácil cuando se llega al final, es un puro oasis. Entre sorbos de café me acuerdo de la sonrisa de esa joven -porque uno ya a empieza a llamar las cosas por su nombre- en la barra acolchada de un lugar pomposo y con poca gracia, unos cuantos días atrás. En cuestión de segundos, me perdí en sus labios y me sumergí en las profundidades de su mirada, como quien se baña en unas aguas termales. Su rostro empieza a deteriorarse en mi memoria, así que me guardo el perfume en los sentidos, una fragancia de adjetivos que llevará otra persona, en un futuro no muy lejano, en una de mis novelas.

Quedan apenas dos semanas para que el nuevo libro deje de ser mío y siento que estoy cambiando la piel, como una serpiente, dejando atrás todo lo que he escrito hasta ahora, para seguir hacia delante, sin mirar atrás ni de soslayo.

Y sé que volveré, a este texto, a una mañana calurosa como la de hoy, a este estado de incertidumbre y ganas por empezar de nuevo. A veces, tengo la sensación de que encarno una trama dentro de otra. Cuando termino una historia, respiro hondo y ya estoy pensando en la siguiente. Y es que, después de todo, me temo que no sé hacer otra cosa.