Estos días leo la biografía de uno de los autores más prolíficos que hubo durante la Gran Depresión, un escritor pulp, de la cabeza a los pies, con una actitud brillante para abordar su situación. Lo conocí hace años, como a Lester Dent y su método, a través de un artículo en el que encontré su fórmula a prueba de balas de 11 puntos para escribir historias de misterio. Al parecer, todos tenían su receta.
Pero hoy no quería hablar de esto, sino de un párrafo que he encontrado en el capítulo 3, poco después de que le dijera a su esposa que se iba a Nueva York por unas semanas que se convirtieron en siete meses, y que lo convirtieron a él en lo que fue después:
Este era el mundo que esperaba conquistar cuando llegué a Nueva York el 1 de julio de 1934.
Mis pertenencias consistían en una máquina de escribir portátil Remington y mi guardarropa, que aparte de lo que llevaba puesto, cabía cómodamente en una maleta de tamaño mediano. Tenía sesenta dólares en efectivo, pero pagué diez dólares y cincuenta centavos por una semana de alquiler por adelantado en el Hotel Forty-fourth Street. Gasté otros diez dólares durante el fin de semana largo, por lo que el martes por la mañana, cuando salí a evaluar la jungla de lo pulp, tenía aproximadamente cuarenta dólares.
Tenía algo más… la voluntad de triunfar.
The Pulp Jungle – Frank Gruber
Aquí hay algo muy poderoso y es la determinación de Gruber por convertir aquello en su forma de vida, a pesar de que, en ese momento, en cada rincón de Nueva York, había un puñado de escritores de historietas como él.
No voy a continuar. Mi opinión al respecto sobre lo que se puede o no hacer, ya la he compartido en pódcasts, entrevistas y otras entradas de este blog. Sólo quería destacar lo mucho que me está divirtiendo esta biografía (el libro está descatalogado, aunque se puede leer en Archive.org) y la de enseñanzas que se podrían aplicar hoy, sobre todo en los tiempos actuales en los que el arrojo está ausente y la atención perdida.