Reconozco que había echado de menos la carretera, las estaciones de servicio, la aridez del paisaje, los nombres de los pueblos que nunca he visitado, pero a los que pongo color en mi imaginación. Durante el trayecto de ida y vuelta, tuve tiempo para reconocer lugares que aparecen en mis novelas, recordar diálogos que escribí en alguna parte y también para detenerme a pensar en lo mucho que necesito una pausa.
Un viaje corto, pero necesario, para arrancar con fuerza una semana importante, en todos los aspectos. El mes se termina y el miércoles llega «El secreto de la señora Avignon», un trabajo que pone fin a un periodo de mi vida -o eso creo yo- y con el que me presento al Premio Literario Amazon de este año.
Por otro lado, días después, me reuniré con amigos, conocidos, y un montón de autores de todo el mundo para atender a las conferencias más importantes sobre la industria de la autopublicación. Auguro una semana llena de emociones, tanto por los lectores, como por los plumillas que nos reuniremos para sentar las bases de un futuro más prometedor en relación a nuestros trabajos y a quienes nos leéis.
Sé que no ha salido el libro, pero ya tengo en la mente mi siguiente historia. No hablaré de ella hasta que se hayan quemado los cartuchos de Avignon, pues espero que el libro dé mucha guerra durante el verano.
Cuando esto acabe, si la vida me lo permite, me retiraré por unos días a un lugar recóndito, bien lejos de la capital, cerca del mar y de la montaña, donde el silencio aún se vende a granel, el vino se compra en la bodega, la tarjeta del banco es un mal innecesario y mi presencia pasa tan desapercibida como la sombra de un naranjo. Terminaré la pila de libros virtuales y físicos -de compañeros- que guardo en mi lector, me fundiré bajo el sol ardiente del verano y, sobre todo, pondré por escrito las primeras líneas de los próximos seis meses.
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Por alguna razón que desconozco, tengo la sensación de que se avecinan cambios… y los desafíos forman parte de mi existencia.
El tiempo dirá.
