Momentos estoicos

man in white dress shirt sitting on red chair

Lunes de sol, café recién hecho y cruasán en el bar una larga lista de correos por responder. Los lunes con desazón se alivian con un buen paseo matutino, un poco de sol y una conversación del camarero por excelencia.
No siempre es fácil tomarle el pulso a las semanas, pero en este oficio no queda más remedio que poner la mejor cara y seguir adelante.
Esta semana hay un nuevo Contraportada y un correo humeante que llegará a la lista privada de lectores. Tengo preparada alguna que otra sorpresa, además de un directo para el lanzamiento. Mientras tanto, trabajo en lo próximo, en esa idea diáfana que sigue tomando forma. Esta mañana suena Stoneflower un día más, de principio a fin, como en los días de playa en los que afloraba la primavera a orillas de la playa y los turistas aún no habían llegado a la costa. Queda lejos en la memoria, pero las imágenes siguen presentes.

Hace cosa de un año, hablaba de estoicismo y de esa incertidumbre que teníamos por delante. Poco más tarde hice una oda a lo bueno, a lo que nos quedaba por vivir. A pesar de los inconvenientes, no dejé de escribir y sigo sin hacerlo. El whisky lleva el mismo hielo, aunque reconozco que los de este fin de semana, no me sentaron tan bien como en el pasado. Estos días, prefiero hacer oda a los desayunos, al telediario matinal que suena de fondo y los pinchos de tortilla de patatas. Será que mi cuerpo envejece.

Cierro la ventana, dejo que los rayos entren de soslayo y me siento frente al teclado, el único lugar en el que cuesta menos ser uno mismo.